domingo, 3 de mayo de 2009

Primero de mayo nuevamente

Se armó la gresca y salimos apretando. Yo me lastimé fuertemente el pulgar al caerme, no podía moverlo, a otros les fue peor, nada del otro mundo, un par de palos, un par de mechoneos, un par de detenidos. Había un viejito con un carrito con leches y yogures en una esquina. Ese quedó todo mojado y su mercadería buena para nada.

Yo llegué con pena a mi casa y con mi mano ardiendo. Me tiré a la cama. Recordé la certera crítica de Fresán sobre el desconocido Satori en París, del bello Kerouac, que recién acaba de salir editado en España, “Un viajero cansado de viajar, a un costado de la ruta, haciendo auto-stop junto a los restos de su accidentada leyenda, esperando en vano a que alguien, por favor, lo recoja y lo lleve de regreso a casa”.

Mi mano ya arde menos, apago la luz. Un Si me faltaran las piernas me daría rabia, si me faltara la mano izquierda para tocar guitarra lloraría, se me cruzó por la cabeza.

5 comentarios:

campesina dijo...

Yo también llegué con pena a mi casa, pero me fui antes de tener que arrancar. Tal vez fue más nostalgia que pena, porque me reencontré con abrazos que echaba de menos...

nanas para tu mano...

p.s.: me dieron ganas de leer eso de Kerouac

Anónimo dijo...

La sangre, sigue siendo roja,
el sol sigue siendo un regalo.

(Creo que empiezo a entender)

A cuidarse, que el mundo está girando.

g

La peor de todas dijo...

Que tu mano cante en rasguidos de guitarra la hazaña...
un abrazo gigante
hielito para esa mano...

Anónimo dijo...

La mano está en la cabeza.
Un abrazo.

( A mi Mayo me pone mal. Es como vivir 10 años en uno)

Xi dijo...

Yo ese día no tuve demasiada pena, porque después de las manifestaciones me tomé una cocacola con Campesina y charlamos lindo y ella me regaló unos libros todavía más lindos, uno con un brochecito adentro de un sobre hermoso. Entonces caminé desde la Alameda mojada a mi balcón, con una blusa japonesa pintada a mano, y encontré en casa un gato y nada más, que era precisamente lo que quería encontrar.

Ahora que lo pienso, hace tiempo que no tengo demasiada pena, pero tampoco tengo ganas de ponerme al día con la infelicidad.

Si me faltaran las manos, yo cantaría, y tocarías vos.

Un besote.