Mi antiguo gato estaba convencido de que era mejor persona que yo porque no me hacía dormir afuera ni me hacía comer las sobras de su comida. Me miraba culpándome siempre, luego se marchaba altanero levantando su cola, luego se perdía, por una noche, o dos. Entonces asomaba mi cabeza por la ventana llamándole. A veces incluso lo salía a buscar por el barrio cargando un platillo con leche gritando su nombre y agachándome en cuatro patas debajo de cada auto haciendo sonidos de cucho cucho.
Era ahí entonces cuando sabía que él estaba equivocado, él no era capaz de humillarse por mí bajo ningún motivo.
Era ahí entonces cuando sabía que él estaba equivocado, él no era capaz de humillarse por mí bajo ningún motivo.
3 comentarios:
Amor animal. Je. Buen escrito.
Si hay algo fantástico de los gatos es su independencia..se quedan donde desean estar, exacto en ese sitio...si un gato se queda contigo..no es porque tu hayas elegido el gato...el gato es quien te ha elegido a ti..tú puedes, si quieres, decir "mi gato"...pero te aseguro que el gato sabe que tú le perteneces...
Y..Sí Marcelo la mujer estaba triste de comprobar una y mil veces de que la cobardía (reja interior)…no le permite al hombre vivir, salir del zoológico…pero la triste mujer es libre…y sonríe…
Gracias, también, por tu pluma
Qué sería de los tejados de París que miraba Cortázar, sin su gato. Mark Twain dijo que el cruce entre los humanos y los gatos mejoraría la especie humana pero empeoraría a los gatos... pero a mi, salvo los pequeñitos, me producen temor.
un abrazo largo
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