Simón dice rana y nosotros saltamos. Simón dice para, y paramos. Simón dice aplaudan, y uno tiene que aplaudir. Simón dice camina, silba, compra, y hay que caminar, silbar, y comprar. Porque sí no más es el asunto, así es el juego, Simón dice juego y ya estamos en él y entonces jugamos.
Un día conocí a Simón, y Simón también tenía miedo, como todos. Simón en secreto también quería saltar, y jugar con uno, y aplaudir, y reír, y parar de tanto correr. Y Simón de vez en cuando también quería tan solo observar y guardar silencio para ver la tarde caer. Era cierto, Simón a veces cantaba sin decirlo pues no quería que nadie más cantara cuando lo hacía porque él cantaba de pena una canción de medio niño que conocía sólo él.
Simón hoy se me quedó mirando.
- Hagamos un juego – le dije – yo digo rana y tú saltas. Él se me quedó mirando.
- Ok – me respondió con su voz de inglés gentilhombre, y me lo quedé mirando, y no dije nada más, y observamos la tarde caer.
4 comentarios:
Hermoso...
Es que no todos los Simones son iguales. Tu lectura siempre me hacen pensar en lo que te leo, desde distintos ángulos. Aquí te he dejado uno.
Un placer leerte.
y saltó? Ylenia
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