Alguna vez Juan Alberto tuvo tan poco que un día tocaron a su puerta para pedir limosna o algo de comida, y el mendigo miró hacia dentro y al ver que tan solo había un viejo colchón de espuma y una caja de tomates como únicos muebles, se molestó con un “ah, aquí no hay náh”, y el mendigo se fue, y Juan Alberto no alcanzó ni abrir la boca para decirle “oiga, no me ningunee, yo también puedo darle algo”, pero la verdad es que Juan Alberto ya no es capaz de recordar si en aquel momento efectivamente tenía algo que pudiera darle.
Hoy es otra su realidad. Ahora Juan Alberto tenía un gato. Su mundo se está sobre poblando de flores.
3 comentarios:
Muy bello. El gato se parece al mío!
beso,
Gracias, por notar mi blog.
Me halaga saber que haya sido de su gusto.
También me gustó el suyo, me pareció estar ante un parábola, algo inspirado en la sabiduría del oriente medio.
Y las fotografías, me dejaron sin palabras, y eso es muy raro. Gracias por compartir tanta belleza.
Saludos.
Creo que heredastes el gato, y el jardin florido solo hace falta abrir el ventanal y llegar a ese final en la estacion del tren...y tu ya estas ahí mostrando fotos y atravesando muros, que lindo es volver a mirar...te
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