sábado, 14 de febrero de 2009

A saber de espera

A saber: esperar en un mientras tanto en una pequeña cafetería de algún aeropuerto de cualquier parte del mundo con un capuchino casi tibio y un panecillo medio añejo decorado astutamente con un poco de mermelada y algo oscuro medio crujiente como un corn flake simulando una nuez, esperar entonces y fijarse en la pareja de viejos que miran de pie a través de los ventanales hacia la pista de aterrizaje, ellos miran en silencio esperando a que llegue su Ahí va que siempre llega, y cuando llega y se ve a lo lejos despegar el avión, la vieja decidida apunta con el dedo y entonces ambos comienzan a agitar sus brazos despidiéndose al compás de un puñado de lágrimas que no pueden evitar hacer florecer. Entonces claro, es una espera, tú giras la cabeza para ver si alguien más se percató del par de viejos desarmándose en su despedir, y un alguien más allá tan solo conversa bruscamente por su celular, y otro alguien más aprieta como carne la cintura de su novia, y otro alguien más allá mira perdidamente una pared y de nada se entera, qué más da, es una insulsa espera, todos los alguienes tienen demasiado que hacer preocupándose de lo suyo, y los viejos mientras tanto siguen agitando sus brazos con todas sus enclenques fuerzas hasta que sin más la despedida se acabó, y los viejos se quedan de pie en silencio, y los viejos miran más allá de los cielos a través de los ventanales, y los viejos de a poco se marchan pero como que no quieren, y ya se ha acabado todo, y finalmente se van. Entonces, esperar, quedarse allí con la taza de capuchino casi frío y el panecillo añejo a medio comer, quedarse allí, mirando a toda parte, y ahora sin el par de viejos que mirar. No hay más, segundos antes tan sólo una simple espera, ahora un vacío enorme se me instala entre ceja y ceja, mirando el ventanal.

A saber. Yo no tengo ni la más remota idea de si esos viejos tendrán alguna noción de que desde el avión no se ve ni un carajo de despedida ni de lágrimas ni de brazos enclenques agitándose, de lo que sí estoy seguro es que si alguien se ha hecho o se hará alguna vez esta misma pregunta en alguna situación como ésta, es que, a esta hora, sentado yo aquí tratando de dilucidar todo mi universo que está más que patas arriba y que no me atrevo ni a confesar, en este preciso momento en que la certeza del mundo me abandona y la rabia como que me hierve pero se pierde toda porque a lo lejos me atesoran sustentos de nostalgia, creo saber, ese alguien, a ese alguien le interesa la gente tanto como a mí, y entonces la absoluta soledad no existe.

Ahora, en secreto me lamento por mi memoria que no me perdona nada, en tanto a esos viejos enclenques los recuerdo con dulzura.

10 comentarios:

carmen jiménez dijo...

Duele menos el dolor ajeno. Duelen menos esos viejos cuando no son tus padres despidiéndose. Y sin embargo, uno los mira mientras se toma un café tibio y un panecillo añejo como si fueran algo nuestro.
Mi memoria en cambio, me recuerda dulces, incluso los momentos que ahora dudo si lo fueron. Es así mi memoria.
Es un placer leerte más allá de las palabras.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Dice un canto de acá, de mi tierra:

"ansia eterna de alma que espera"

en fin, son cantos.


Saludos cordiales.


g

Xi dijo...

Es que los aeropuertos son vitrinas extrañas. Porque la simultaneidad de viajes hace de esos territorios acépticos verdaderos bolsones de sentido y sinsentido. Un punto cien veces rayado y surcado por los mismos pinceles.

Desde el cielo, no se ve un carajo. Por eso yo prefiero la tierrita. Aunque de vez en cuando, cuando me pica mucho la espalda, abro las alas.

Beso cronopio.

campesina dijo...

"...son más de dos mil, y sólo veo a dos (...) infinita y lentamente, esos dos cuerpos se separan, y al separarse, esos dos cuerpos se desgarran...sostienen la mirada, y luego retroceden, como el mar retirándose (...)
qué triste es Orly, el domingo, con o sin Bécaud"

Por un momento imaginé que eras tú el hablante de esa canción de Brel que observa como un ojo voyeur -o una filmadora- en medio de la multitud de ese aeropuerto, la despedida, el final del amor entre un hombre y una mujer, mientras suena una canción de Gilbert Bécaud...

los aeropuertos son como purgatorios, como dice Xi, bolsones de sentido, y a mi me parecen siempre trágicos...

cariños

No_surprises dijo...

ME ENCANTÓ CÓMO ESCRIBES... TU BLOG COMPLETO. LLEGASTE DE SORPRESA... Y JUSTO HOY HABÍA REFLEXIOANDO ACERCA DE LAS DESPEDIDAS...
SALUDOS.

L Mery dijo...

de lo que menos está hecho este mundo es de certezas, de ahí que la esperanza sea tan importante siempre :)

Un abrazo y gracias por esa linda visita....

galatea dijo...

Observando sientes la(s) soledad(es)... el que mira distraído la pared no se entera de soledades, la suya y la de otros. Mirando nos enteramos de despedidas y soledades. tengo en mi memoria la despedida de un anciano en un andén de buses del litoral central.. curioso, no recuerdo el lugar, sólo recuerdo la mirada triste del hombre, fija en el bus donde iba una señora mayor, muy en el estilo de elegante dama inglesa del s. xix Él se despedía colocando su puño en el corazón, ella muy pulcra, con un disimulado movimiento de mano y una leve sonrisa. Entonces no pude dejar de pensar en las despedidas, sus tristesas y soledades.
(qué suerte tu visita... interesante tu blog)
Saludos, Galatea.

carmen jiménez dijo...

Marcelo: Permíteme hacerte entrega de un ramillete de palabras. Te las dejo en mi blog. No olvides pasar a recogerlas. Las palabras pueden marchitarse como las rosas.
Un abrazo

La peor de todas dijo...

Me cargan las despedidas. La certeza que la certeza no existe.El dolor de no saber hasta cuándo. A veces es mejor quitar un poco la memoria y pensar en la esperanza de un reencuentro.
Un abrazo gigante

Agostina dijo...

Todo un poeta.
Gracias.