- ¿Vas a Viña? – me pregunta la señora a mi lado con su pelo teñido y llena de joyas escondidas bajo un pañuelo de seda colorinche insinuando claveles, y me mira la mujer pero no me mira realmente, ya he pasado la prueba de ser un niño decente para ella dados mis heredados ojos verdes siempre bien vistos para toda circunstancia aunque cueste reconocer, y la vieja es amable y me tutea como a un sobrino nieto y yo no sé nada de aquello, sólo voy en busca de mi padre olor a puerto a quién poco y nada conocí, y algo al parecer le recuerdo a la vieja que me habla puras tonteras sin parar de sonreír, a lo mejor ahora me inmovilizará con una dirección y una agradable cena de cartón. Miro por la ventanilla, respiro, me volteo a la vieja.
- No – contesto. Se acabó la familia en adopción, soy puerto también, y apenas conozco el mar.
3 comentarios:
La mitad dicha la otra escrita, insinuaciones sin ser afirmaciones, confías en el lector…sin embargo un dejo de nostalgia y quizás un poco de frustración…en ocasiones conocemos a nuestros padres y son, aun así, perfectos desconocidos para nosotros…
Saludos
Con esos ojos tienes mar por dentro, y mar adentro. ¿Y dices que apenas conoces el mar...? eso da para una digresión lacaniana ¿o junguiana?
Qué bueno que abriste los comentarios para dejarte abrazos con nostalgia del mar.
el asiento de atrás está desocupado....hablo poco, y sé de mar.
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